"Es una familia de cuatro
personas con un ingreso inferior a $ 400.000 que vive en la periferia, que
gasta un tercio de esa plata en traslados. Es una mujer jefa de familia o
casada con un hombre que tiene trabajo temporal, que se levanta todos los días
antes de las 7 de la mañana para, en el mejor de los casos, llevar a sus hijos
en micro a la escuela que queda lejos o pedirles a su madre o a una vecina que
lo haga para que ella pueda llegar a tiempo a su trabajo en el barrio alto
después de dos horas de Transantiago, que puede pagar solo los primeros quince
días del mes, hasta que se le acaba la plata y debe evadir el pago. También
solo los primeros 15 días del mes le alcanza para darles un desayuno regular a
sus hijos. El resto del tiempo restringe su propia comida: les deja a los hijos
el arroz y el pollo, y ella se mantiene con pan, té o bebidas que le aporten
azúcar para resistir la jornada. Son mujeres que después de trabajar todo el
día y de andar dos horas en micro, llegan a las nueve de la noche a sus casas a
hacer tareas, cocinar, arreglar el uniforme, para al otro día seguir sin
respiro. Son mujeres que viven encerradas en sus viviendas emplazadas en guetos
de pobreza y aislamiento, como en Bajos de Mena, en Puente Alto, con hijos
también encerrados, porque el entorno es peligroso. Esa mujer tiene un nivel de
estrés altísimo y un aguante muy grande. Pero, en algún minuto revienta. Y,
cuando lo hace, se le acusa de abandonar a los niños, de que no cumple en la
pega, se le tilda de floja, se la carga de prejuicios por el total
desconocimiento de la vida que lleva. Yo les pido a las mujeres de barrio alto
que piensen en esas mujeres y se imaginen viviendo así”
Fuente: Revista Paula
Fuente: Revista Paula
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