Considero
que El Río, la novela de Gómez Morel, es el más importante texto literario
relacionado con los derechos del niño, la justicia juvenil y la protección de
derechos del niño de nuestro país, y uno de los más señeros en español.
En este
trabajo -que se declara autobiográfico- están presentes todos los elementos que
constituyen la compleja relación infancia y derecho en nuestra historia. Incluso
están esos elementos que los últimos años han acaparado atención mediática. Las
pésimas condiciones de hogares y el abuso sexual de curas, p. ej.
Alvaro
Bisama acertadamente anota que “El río juega a la conmoción, al shock, y deja
como pobres aprendices de existencialista a buena parte de los narradores
chilenos.” (Cien libros chilenos, p. 155).
Curiosamente, el lenguaje, que a algunos les parece el gran ausente como trabajo literario, se erige un elemento constitutivo del texto al dar cuenta -incluso cuando el narrador no quiere- de una voz del margen. Además, hay una floritura en usar jerga de la calle de la época, que aunque lentifica la lectura, porque el autor se detiene en traducirnos, aporta daos para una genealogía de nuestro coa y sopesar el influjo del lunfardo.
Lo que más me llamo la atención en mi primera lectura, era un ansia que yo ya había visto, por exhibir credenciales de choro. La había visto en algunos chicos de la torre 4 del CDP de Puente Alto cuando los defendía. Exacerbaban el uso de la jerga, aumentaban las armas que habían utilizado (confundiendo calibres de pistolas y revólveres), multiplicaban los botines. Creo que sentían, como el personaje de El Río, que no pertenecían y así aumentaban sus curriculums para asegurar esa ambicionada identidad. Una y otra vez al personaje del El Río le enrostran no ser parte y una y otra vez él se esfuerza por pertenecer a esa comunidad. En fin. No tuvimos sino malos traductores de Foucault pero tuvimos a Gómez Morel. Y no es poco.
Curiosamente, el lenguaje, que a algunos les parece el gran ausente como trabajo literario, se erige un elemento constitutivo del texto al dar cuenta -incluso cuando el narrador no quiere- de una voz del margen. Además, hay una floritura en usar jerga de la calle de la época, que aunque lentifica la lectura, porque el autor se detiene en traducirnos, aporta daos para una genealogía de nuestro coa y sopesar el influjo del lunfardo.
Lo que más me llamo la atención en mi primera lectura, era un ansia que yo ya había visto, por exhibir credenciales de choro. La había visto en algunos chicos de la torre 4 del CDP de Puente Alto cuando los defendía. Exacerbaban el uso de la jerga, aumentaban las armas que habían utilizado (confundiendo calibres de pistolas y revólveres), multiplicaban los botines. Creo que sentían, como el personaje de El Río, que no pertenecían y así aumentaban sus curriculums para asegurar esa ambicionada identidad. Una y otra vez al personaje del El Río le enrostran no ser parte y una y otra vez él se esfuerza por pertenecer a esa comunidad. En fin. No tuvimos sino malos traductores de Foucault pero tuvimos a Gómez Morel. Y no es poco.
Dejo el comunicado editorial, creo, de Tajamar Editores, vía Paniko.cl
"Tajamar Editores anuncia la
reedición de El río, la
novela del escritor chileno Alfredo Gómez Morel (1917-1984) publicada
originalmente en 1962. El libro, que llega la próxima semana a librerías,
incluye la crónica autobiográfica “¿Por qué me convertí en delincuente?”
aparecida en Paula en 1971.
Escrita durante una condena de tres años en la cárcel de Valparaíso, El
río es una de las
novelas más radicales y duras escritas en Chile. Concebida inicialmente como
parte de una terapia de rehabilitación delictual, Gómez Morel volcó en ella una
larga vida de abusos, marginalidad y delincuencia.
Pero lo extremo de El
río no solo radica en
lo que nos narra sino que en la proximidad que se siente entre el narrador y su
mundo narrado, en lo vivo de sus heridas, fractura a la que alude cuando al
rememorar una golpiza padecida en un cuartel de Investigaciones señala que
«estoy cansado y desgarrado por dentro. Cada vez que escribo vuelvo a sentir lo
vivido como una navaja rasgándome las carnes. Muestro mis recuerdos hasta
quedar sangrando por dentro. Cada vez vengo de más lejos, del tiempo vivido y
de la distancia recorrida. Voy dejando miasmas, lágrimas y sangre. Es la huella
ya surcada que ahora vuelvo a recorrer».
Si al lector muchas de las situaciones descritas le
generan escalofríos, debe pensar para matizar sus reacciones que él solo lee
esas experiencias, mientras que Gómez Morel las vivió.
Descarga un extracto de la reedición de El
río (Tajamar
Editores, 2014) en este link (PDF)."
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