24 años se cumplen desde que la Asamblea General
de las Naciones Unidas, luego de un trabajo de 10 años, aprobara la Convención Internacional
sobre los Derechos del Niño, el tratado de derechos humanos de más universal
vigencia.
Entre nosotros, se cumplen 23 años sin que se haya
derogado la Ley de Menores, una legislación de 1928, reformada en 1967, y sin
que contemos con una Ley de Protección de Derechos del Niño.
Los derechos del niño han ingresado en el
vocabulario institucional y ciudadano pero creo que la tendencia latina a una
retórica grandilocuente los ha devaluado. Esta baja inserción en nuestra
cultura tiene mucho que ver-no todo, por cierto- con el menguado presupuesto que los derechos
del niño representan para el estado chileno. En los próximos días se terminará
de discutir la Ley de Presupuesto 2014 y aunque los parlamentarios han
conformado una comisión investigadora como reacción a abusos, maltratos y mal
funcionamiento en hogares del circuito Sename, los recursos que se le entregan
a estas instituciones que trabajan con cerca de 15 mil niños, los más
maltratados de los maltratados, seguirán prácticamente iguales. Ni
el Ministerio Público ni las policías o Gendarmería cuentan hoy, dentro de su
programa de formación, con cursos relativos a los derechos del niño.
Las buenas intenciones de quienes se indignan con los abusos carecen de un mínimo sentido histórico y parecen creer que los problemas se reducen a la renuncia del director nacional o de determinada jefatura o magistrado. El cambio de personas será la solución, parece el escondido eslogan cuya demolición dejo entregada a la revisión de los textos de historia de la infancia en Chile de Nara Milanich, Gabriel Salazar, o Jorge Rojas.
Las buenas intenciones de quienes se indignan con los abusos carecen de un mínimo sentido histórico y parecen creer que los problemas se reducen a la renuncia del director nacional o de determinada jefatura o magistrado. El cambio de personas será la solución, parece el escondido eslogan cuya demolición dejo entregada a la revisión de los textos de historia de la infancia en Chile de Nara Milanich, Gabriel Salazar, o Jorge Rojas.
El estado ha fracasado en varios de los deberes
que la Convención le impone, pero desde la sociedad civil organizada en la
materia es preciso reconocer que no hemos sido capaces de generar acuerdos
mínimos que superando las distintas agendas, proponga, con claridad, al estado
y a la opinión pública una ruta de mejora, un conjunto de mínimos progresivos.
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