"La polémica por la cruda realidad develada por el informe del
Poder Judicial y Unicef -sobre las graves vulneraciones que están produciendo
en algunos hogares de menores- está lejos de aquietarse.
Ahora es la decisión de cerrar cuatro residencias la que pone en
jaque la suerte de 144 niños y adolescentes que vivían en esas instituciones,
ubicadas en Arica, Talca, Santiago y Valparaíso.
La jefa del Departamento de Protección de Derechos del Sename, Angélica
Marín , reconoce que todos son menores de tratamiento complejo, por lo que se
hace "muy difícil que los colaboradores de otros centros se puedan hacer
cargo. Es mejor intentar el egreso hacia las respectivas familias de origen,
porque son niños que vienen de un tiempo largo en el sistema. Hay otros que
vamos a tener que reubicar temporalmente".
Desde 2010 a la fecha, cada año ha habido varios cierres de
hogares ordenados por la autoridad. Ese año fueron 41, al siguiente 76 y en
2012 otros ocho debieron dejar de funcionar.
Por eso, en el Sename descartan que los cuatro cierres de este año
se hayan decidido sólo por las denuncias del equipo que levantó los datos de
los hogares. Marín indica que desde fines de 2012 estaban estudiando la
situación de 11 centros privados. "Teníamos información preparada por
funcionarios del servicio. Los antecedentes que aparecieron ahora nos sirvieron
para decidir en tres casos. El otro, la residencia de Santiago, fue una
decisión autónoma", señala.
El tema que ahora vendrá es dar un destino a esos niños. La jefa
de protección advierte que "hay un grupo que nunca va a volver (con su
familia), por lo que tendremos que trabajar con ellos para que se preparen para
la vida independiente, terminen su educación y en algún punto lograr alguna
formación técnica para que puedan desarrollar herramientas para la vida
laboral".
Sename se puso un máximo de 30 días como plazo para resolver la
situación (mediados de agosto). En el servicio están conscientes de los riesgos
que implica para los menores dejar un hogar en el que han hecho su vida.
Hoy, los hogares apercibidos de cierre se encuentran bajo
supervisión permanente.
Privilegiará especialización
antes que distancia
Uno de los temores de los especialistas es que el cierre sea un
segundo golpe para los niños, en especial si significa que terminen viviendo en
una región distinta a la de su familia de origen.
Respecto de ello, Marín anuncia que "hay que confrontar la
cercanía versus la especialización. Aquí privilegiaremos lo último. Ellos van a
vivir un quiebre y por eso habrá que hacer un trabajo doble: trabajar el duelo
que significa la separación de un grupo humano que los ha venido conteniendo y
seguir buscando que esos niños vuelvan con su familia de origen".
La encargada de Protección Infantil de la Unicef, Soledad Larraín
, plantea que "habría que reforzar el desarrollo de planes de seguimiento
de los niños. Eso significa generar indicadores en salud, educación e inserción
social. Requiere dinero, pero lamentablemente muchas veces no hay
financiamiento" ( ver nota aparte ).
Un posible cambio de región preocupa al psiquiatra Rodrigo Paz ,
quien recuerda el caso de Cristóbal "Cizarro", el cual empezó a
delinquir a los 9 años, en 2008. "Se escapó del primer hogar al que lo
mandaron, porque lo único que quería era volver al Hospital Calvo Mackenna,
donde ya había desarrollado lazos, aunque fuera con los especialistas".
"Los niños generan vínculos", añade, "y cambiar
bruscamente puede generar angustia, estrés e incluso llegar al suicidio",
asegura.
El académico y ex director del Programa de Derechos del Niño de la
UDP Jaime Couso señala que " ahora los centros no son tan masivos como
antes. Igual tienen números altos, de 20 o 25 menores, pero eso es más cercano
a un ambiente familiar".
Por eso, "el que exista un cambio es una pérdida de todos
modos. Existe un costo cuando los vínculos se rompen" y advierte que en el
caso de los niños que vivieron en una residencia donde sufrieron maltrato, se
da una pérdida doble: no lograron satisfacer su necesidad de un ambiente
familiar y aun así, por fallas que no son su culpa, lo que tenían se los quitan
para mandarlos a otro lugar".
De acuerdo con la abogada Paulina Gómez , quien sacó a la luz el
Informe del Poder Judicial y la Unicef, asegura que en estos casos lo más
habitual es que el Sename traslade a los menores "a cualquier lugar".
Parte de la responsabilidad -dice- es de los magistrados, porque "si a un
juez le importa, va monitorear a cada uno de esos niños y no los va a soltar
hasta tener una solución satisfactoria".
Jueces son informados cada 3
meses
La actual encargada del Centro de Medidas Cautelares de los
tribunales de Familia de Santiago, Gloria Negroni (Tercer Juzgado de Familia de
Santiago), y su antecesora en el cargo, Karen Hoyuelos (Primer Juzgado de
Familia), descartan que los jueces dejen a los menores en manos del Sename sin
preocuparse después de ellos, como han señalado las autoras del informe.
Negroni indica que "hoy cualquier decisión que tome un juez
respecto de un niño dura sólo un año. Se puede modificar antes, pero ese es su
tiempo de duración. Después tiene que tomar otra decisión".
De hecho, señala que en el primer semestre ya realizaron un
catastro exacto de cuántos niños tiene el sistema en Santiago: se trata de
2.200 niños. "Ahora también comenzamos a examinar las 18 residencias
particulares que están fuera del Sename, que no reciben subvención, que se
suman a las 76 que actualmente hay en la Región Metropolitana", insiste.
Asimismo, asegura que para velar por los menores, los jueces
exigen a las instituciones privadas que los resguardan un informe cada tres
meses. "También estamos obligados a hacer visitas cada 6 meses. Aquí ya no
quedan niños invisibilizados. Puede que ocurra con casos del sistema antiguo,
pero es una fracción mínima. Hemos tenido un avance notorio en ocho años".
1.400
menores están con familias de acogida
Las residencias son sólo una parte del sistema que acoge a los
niños que requieren protección. La magistrada Negroni indica que desde el año
pasado también están revisando la situación de los 1.400 menores que están en
familias de acogida especializada (parientes lejanos o grupos con los que no
tienen ningún vínculo).
"No se habían visitado nunca", indica la jueza Hoyuelos.
"Encontramos que estos niños se encontraban mejor de lo que nosotros
esperábamos. Encontramos familias preocupadas de que exista un ambiente
familiar, pero también nos encontramos con casos en que el agresor por el cual
el niño tenía una medida de protección seguía visitando a la familia. Como lo
constatamos, pudimos tomar las medidas para corregirlo".
Además, la jueza detalla que "hay niños que tenían otro tipo
de dificultades. Por ejemplo, algunos estaban hacinados o vivían en
poblaciones, en condiciones de vida muy difíciles, en barrios altamente
vulnerables o lugares donde fue difícil acceder. De hecho, los jueces tuvieron
que llegar incluso apoyados por Carabineros".
Pese a ello, indica que el propósito es "alentar esta
modalidad, siempre va a haber casos donde la modalidad residencial sea
inevitable, pero para ir disminuyéndola está esto otro y uno de los hallazgos
que tuvimos es que el sistema es poco conocido".
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